Una querida amiga, Olga Bernad, una de esas raras maravillas que uno se encuentra por este mundo de los blogs, ha escrito un relato estupendo y me lo ha dedicado. Son muchos los que conocen a Olga como poeta, pero creo que son menos los que la conocen como narradora. Y merece la pena conocerla en ambas facetas.
Os dejo aquí el enlace al relato: Seis leones hambrientos ocultos en el bosque.Eso sí: Kafka no es un esteta. Si leemos todas sus obras, encontraremos apenas un puñado de metáforas, imágenes o párrafos escritos buscando conscientemente la belleza. Kafka usaba el lenguaje no para “hermosear” una narración, sino para sustentar un idea, una obsesión o un temor de los muchos que habitan en sus obras.
Con Kafka se supera la narrativa del s. XIX. El lector ya no va poco a poco sufriendo la tensión que le lleva de la mano hacia un clímax final. Con Kafka el clímax te sacude en el primer párrafo y a partir de ahí construye su historia sin que esa tensión inicial decaiga ni un ápice. No sólo inaugura la narrativa moderna, sino que además abre puertas a la literatura fantástica: fueron muchos los lectores primeros de.
Kafka que esperaron a lo largo de toda La metamorfosis una respuesta al hecho de que Gregor Samsa se hubiese transformado en un insecto y muchos de ellos se asombraron de que dicha respuesta no les fuera dada. Pero eso no importaba, como tampoco importaba dar el nombre exacto de aquello en lo que Samsa se había transformado (aunque hoy en día la idea más generalizada es que se tratase de una cucaracha).
Es muy habitual en Kafka el uso, por decirlo así, de términos genéricos (insecto, castillo…), imagino que le interesaba más la imagen que se formaba en la mente del lector cuando leía la palabra que el hecho de describir con pelos y señales la especie o subespecie de insecto o de edificación a la que se refería. Si digo insecto, ¿qué te viene a la cabeza? ¿Y si digo castillo?
Kafka no ocupa un lugar destacado en la Literatura con mayúsculas porque sea atractivo y salga bien en las fotos o porque sepamos que su vida ha sido un constante sufrimiento (tal y como afirma Eduardo Mendoza). Está en un lugar destacado porque consiguió hacer de sus obsesiones las nuestras, porque innovó y porque, aunque Mendoza lo niegue, sí tiene sentido de la narración.
Al contrario de lo que muchos afirman, una novela no “debe” comenzarse de tal o cual manera, ni “debe” tratar este o el otro tema. Una narración, del tipo que sea, puede tratar el tema que le dé la gana y comenzar como le dé la gana, porque si el autor sabe lo que hace, el resultado final será una gran obra. ¿Habrá cosa más insulsa, a priori, que la historia de un buen chico que mata a una mala persona o la de una mujer aburrida.
Angustiada, carente de amor o vacía que tiene un amante o la de otra mujer que azuza a su marido para que éste asesine a alguien y se apodere de cuanto posee? La diferencia es que un mal escritor habría escrito basura, pero Shakespeare, Tolstoi, Flaubert, Galdós y Dostoievski hicieron obras inmensas con estos temas. Y Kafka también.