Aclaro de antemano que siento cierta aversión por ese concepto tan extendido de la “unidad” (debida, parece; como el matrimonio) en los libros de relatos. Quizás me contradiga más adelante, pero me gustaría tirar de este hilo. No creo que nadie sepa muy bien qué es eso de la unidad, sino es para justificarse como escritor de relatos (yo prefiero escritor a secas) ante la intención de totalizar de sentido de cierto tipo de novela bastante desfasada.
Eso de la unidad (“esto está unido, mamá, esto no”) empieza a ser carne de psicólogo entre los que nos dedicamos a esto. Si un libro de relatos tiene unidad –y creo que es una cuestión más de fondo que de apariencia-, será por el sentido que proponga, no por la apariencia más o menos parecida del contenido. Si no la tiene, pero sus relatos son magníficos, ¿alguien podría elevar una queja?
No sé qué es la unidad. ¿Relatos formalmente parecidos? Generalmente eso me resulta un coñazo. ¿Relatos que graviten en torno a ciertos temas en los que el escritor se transparenta? Eso ya me gusta más, aunque una compilación así podría admitir todo tipo de estilos o historias disímiles, y resultar rara al pureta, por más que el fondo de sentido tocara los mismos palos.
A estas alturas, algunos todavía elevan la voz, se indignan y se crean largos debates estériles sobre la unidad y el cuento es esto o es aquello. Por mí, que lo de la unidad lo explique otro, vamos. Yo ordeno los libros de cuentos por pura intuición. Lo mismo que los escribo.
Aquí me voy a contradecir con lo dicho anteriormente, pero no seré el primero. Este libro necesitó que yo hiciera una larga reflexión sobre él antes de darlo por terminado (aquellos dichosos cinco meses). En cierto sentido, creo que la ventaja de compilar un libro de relatos y hacer una apuesta (una propuesta de unidad, para el que quiera llamarlo así) es que puedes abrirte a ciertas posibilidades formales y de sentido que en una novela o en un cuento individual resultan más complicadas.
A la hora de plantearme cómo ordenar los relatos, y después de pensar mucho, creí que lo más adecuado era tratar de crear zonas por las que el lector pudiera transitar, diseñar un espacio simbólico, como quien aplica varias texturas a un cuadro para que todas tengan presencia en la visión general, además de generar contrastes.
Hay una primera zona teñida de ese absurdo y esa ironía, donde caben temas como el misterio de lo femenino, lo poético, la pérdida, el desamparo, el legado. Estos temas se repetirán después, desde otras perspectivas.